28 de Enero de 2008
Duermes a mi lado pero estás tan lejos...
La eternidad nos separa. La luz nos pierde. Sólo en mitad de la noche somos uno. Sólo el ancla nos amarra a la misma arena, antes de que llegue la pleamar y nos arrastre al destino incierto y errante.
Piratas y corsarios se acercan a nuestro lecho de algas y buscan una grieta donde clavar sus espadas. Pero yo te agarro de la mano, y tu dejas que lo haga. Sus espadas hieren mi piel, hieren mis ojos y me lamento. Pero me acaricias y besas mis heridas. Me incitas a buscar un lugar sin cortantes armas, pero me resisto a huir. Al menos no todavía. Nadie conoce el tesoro oculto que guardan nuestras manos. Nadie sabría interpretar el mapa escrito con lágrimas. Porque ese salado néctar se secó, y dio paso a la vida. Borroso es el futuro, pero a mi me interesa el presente, pues es lo único tangible, no está fabricado de condicionales. Es palpable, como tu piel.
Mis manos se llenan con contacto de tu espalda, mis labios tiemblan al acercarse a los tuyos. Mis ojos a penas se abren ante la luz que desprende tu alma, tan luminosa, y a la vez tan herida. Nunca cicatrizará, pero si mi voz puede paliar el dolor, te hablaré hasta que me canse, hasta que nos cansemos.
Nunca fui una sabia sibila, pero algo he aprendido en este tiempo.
Ahora sé vivir. Sufriré, pero lo haría de todos modos si no viviera. La vida y la muerte están llenas de dolor, y puestos a elegir prefiero la vida, aunque escueza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario